Hace 530.000 años, en la Sierra de Atapuerca (Burgos), un grupo de ‘Homo heilderbergensis’, antepasados de los neandertales, cuidó de una niña (es lo más probable) que había nacido con una craneosinostosis, una grave deformación del cráneo, hasta su preadolescencia. El hallazgo del fósil de ese cráneo parece indicar que en aquellos lejanos tiempos prehistóricos los individuos diferentes no sólo no eran rechazados, como ocurrió más adelante en la Historia, sino que contaban con protección.


El resto humano fue recuperado, dividido en numerosos fragmentos, en la Sima de la Huesos en las campañas de 2001 y 2002. Tras reconstruirlo (hace unos meses se acabó de pegar la base del cráneo), los investigadores comprobaron que tenía una patología muy extraña, que consiste en un cierre prematuro de partes del cráneo en el primer año de vida.

En la actualidad, la craneosinostosis se opera cuando los huesos aún son blandos en el bebé. En caso de no intervenir, el afectado puede sufrir presión intercraneal, dado que el cerebro sigue creciendo, que podría afectar a su desarrollo cognitivo y tambien causar daños permanentes en el ojo o el oído.

El estudio de este Cráneo 14 revela que se trataba, más probablemente, de una niña de unos 10 años, preadolescente, es decir, no había alcanzado la madurez (su volumen creaneal era de 1.200 centímetros cúbicos).

La investigadora Ana Gracia, del Centro de Evolución y Comportamiento Humano de la Universidad Complutense y el Instituto de Salud Carlos III, explica que sufría una craneosinostosis simple lambdoidea, es decir que el lado izquierto estaba fusionado, lo que hizo que el derecho se desarrollara más y pareciera abultado y asimétrico.

 Sociedad protectora

“Es una patología que se da en menos de seis casos de cada 200.000 nacimientos, asi que una rareza excepcional ahora y mucho más en aquella época. Por el estudio parece ser que la fusión ocurrió en el tercer trimestre de gestación por causas traumáticas, como un golpe. Probablemente desarrollaría la tortícolis para compensar su cabeza asimétrica”, explica Gracia.

Para el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector de las excavaciones en Atapuerca, donde trabaja en la Sima de los Huesos, “esta patología es la más importante hallada hasta ahora”. “Suelen ser escasas en el registro fósil, pero ésta, además, afecta al desarrollo estético de la persona. Hay que imaginar a un menor que tendría la cara deformada y, como sufría tambien tortículis, con la cabeza hacia un lado. Aunque no podemos saberlo, quizás sufriera también algún tipo de retraso mental”, añade.

Arsuaga recuerda que, entre los mamíferos es normal que las madres rechacen a las crías que no parecen viables pero en este caso se demuestra que entre los humanos, desde hace mucho, se saca adelanta a los niños atípicos. “Ello nos describe una sociedad protectora y que no discrimina porque su aspecto debía ser muy especial, asimétrico. Algunos colegas nos han dicho que este fósil nos presenta a una humanidad muy humana”, argumenta el paleontólogo.

El trabajo, publicado en la revista ‘Proceedings of National Academy of Science (PNAS)’, sin duda avivará las discusiones en torno al comportamiento de los primitivos del género Homo, sobre su sociabilidad y la protección a la infancia.

Los investigadores mencionan en su artículo el caso de un hospicio medieval, el del Hospital Sant James y Sant Mary de Chichester (Inglaterra), donde se ha encontrado un alto porcentaje de cráneos infantiles con este tipo de deformación, lo que indica que los humanos de aquella época sí abandonaban a estos niños, contrariamente a lo que hicieron sus remotos antepasados hace medio millón de años.

En la Sima de los Huesos, donde se excaba desde 1976, ya han aparecido restos fosilizados de 28 individuos de diferentes edades del Pleistoceno Medio. Son de la especie ‘Homo heilderbergensis’ y se cree que en aquel lugar hubo un enterramiento colectivo.

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