Las historias de licantropía parece que han estado presentes en nuestra historia desde mucho antes de lo que se pensaba, sin embargo, una de las que dejó una huella profunda en la sociedad de Galicia del siglo XIX, fue la que protagonizó Manuel Blanco Romasanta, en Allariz, a quien se le atribuyeron muchos crímenes, que por aquel entonces mantuvieron en vilo a todos.


Se sabe que cada vez que este asesino mataba, extraía toda la grasa de los cuerpos de sus víctimas para luego proceder a comercializarlas, ya que era un producto muy solicitado por compradores ilegales.

Esto llevó a que posteriormente se creara la leyenda del “sacagrasas” que ha estado muy difundido entre las leyendas de Galicia y que se usaba para asustar a los niños en la región.

Por lo que se sabe de aquel asesino, es que él realmente se consideraba un hombre lobo, el mismo que fue muy buscado y perseguido por la Guardia Civil, razón por la que debió huir hasta Castilla para evitar su captura.

Al ser detenido en 1852, él negó ser Romasanta, pero posteriormente tuvo que confesar quién era al ser llevado a Verín, en donde declaró que cada cierto tiempo era poseído y obligado a cometer todos esos crímenes.

Romasanta contaba que esta maldición lo convertía en lobo y lo llevaba a recorrer montes para matar gente, aun cuando él trataba de evitarlo. Y aun cuando se sentía consciente de ello, no tenía voluntad para detener lo que se veía obligado a hacer, pero que sabía que no era correcto.

Fue condenado a muerte por garrote, pero por alguna razón, la reina Isabel II le confirió el indulto salvándolo de morir por aquel entonces, a pesar de que su expediente contenía más de dos mil folios con los detalles de sus al menos trece asesinatos, donde la mayoría eran mujeres.

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