Esto pasó en la isla de Barbados y en efecto, se hicieron estudios científicos serios, pero no pudieron obtener una explicación lógica al movimiento de los ataúdes; algo parecido ocurrió en el cementerio general de Mérida, pero, antes de comentarlo, hablaré brevemente del caso internacional


El 6 de julio de 1812, en Oistin (Isla de Barbados), un grupo de enterradores se dirige al cementerio de Christ Chursh llevando los restos mortales de la señora Dorcas Chase. En el panteón familiar, una edificación sólida, construida con grandes bloques de coral unidos con cemento, se encuentran ya los ataúdes de dos personas enterradas cinco años antes. 

Cuando los sepultureros encienden sus quinqués, se encuentran con una visión realmente aterradora. Un ataúd había sido movido hacía un rincón y el otro se encontraba ahora pegado contra la pared opuesta a la entrada. Los enterradores y familiares asistentes no dan crédito a sus ojos y la tumba es de nuevo cerrada con gran dificultad, no sin antes haber depositado en el suelo el féretro de Dorcas Chase y puestos de nuevo en su sitio los otros dos. 

Nadie comprendía cómo unos ataúdes, a la sazón revestidos de plomo, habían sido removidos en semejante lugar. En un intento por buscar culpables y racionalizar lo sucedido, se acuso a los esclavos negros de tal profanación. 
Nada de todo aquello tenía el menor sentido, pues los ataúdes, aparte haber sido movidos, no habían sufrido ningún deterioro ni faltaba pieza alguna que hiciera pensar en un robo. ¿Era posible que los negros se tomaran una molestia tan grande para obtener unos resultados tan insignificantes? 

Cuatro años después, la losa fue de nuevo levantada para enterrar a un niño, los ataúdes volvieron a encontrarse desordenados. Como en ocasiones anteriores, la culpa recayó otra vez sobre los negros, quienes insistieron en que no habían sido. 

A los pocos meses se creó una gran expectación en Oistin, cuando otro difunto fue trasladado al panteón familiar de los Chase. Una gran multitud se congregó en el lugar para observar los extraños movimientos de ataúdes. Cuando la bóveda fue abierta… ¡todos los féretros habían sido cambiados de lugar! 

Las paredes, el suelo y el techo, seguían estando en buen estado y no existía recodo alguno por el que pudieran pasar los posibles bromistas. Los ataúdes fueron reordenados, y la pesada losa fue vuelta a cimentarse en su sitio. 

Durante tres años, el panteón, que no había sido vuelto a abrir, fue objeto de la visita de los curiosos. Su fama llegó incluso a Europa y muchos fueron los que tomaron interés por ese misterioso cementerio de Barbados. 


Desde aquel día, los ataúdes no volvieron a dar motivos para el misterio, pues fueron sacados de la bóveda y trasladados a otros lugares del cementerio. Jamás se llegó a saber qué ocasionó semejante suceso incongruente

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